viernes, 5 de junio de 2009

Pero Gumersinda... (Por Holden)

- Buenas tardes Gumersinda

- Buenas tardes Adalberto

- Se que está Usted algo molesta conmigo

- No quiero desilusionarme nuevamente. Sólo eso.

- Pero déjeme que le explique Gumersinda...

- No hay nada que decir Adalberto...

- Es que Usted... quizás no quiera oirlo

- Nada de lo que diga es de mi interés...

- Pero Gumersinda, si tan solo oyera mis palabras

- Sus palabras palabras son, Adalberto y que el viento se encargue de llevarlas lejos de aquí.

- Sólo un segundo le pido...

- La vida es una suma de segundos, y Usted ha malgastado ya el caudal de mi confianza

- No me deje ir cargando esta verdad

- Abandónela Adalberto, abandone esa carga, es un castigo que Usted no merece, sólo los hombres de bien deben estar orgullosos de llevar su carga...

- Si no lo hago, el sol nunca mas posará su luz en mí

- Por una vez en su vida, olvide su egoísmo y déjeme con mi sufrimiento.

- Es que la angustia oprime mis pensamientos y los vuelve oscuros.

- ¡No insista! Le ruego que no insista y no apele a sus mañas. Trucos que en mi triste pasado solo han sido pasajes a la decepción y la tristeza.

- Todo eso ha pasado, déjeme decirle solo la verdad Gumersinda, déjeme ser un nuevo hombre.

- ¿Por qué he de creerle Adalberto? Vil es el hombre y sus acciones, cuando son dominadas por la bestialidad, a la destrucción llevan.

- Por una vez créame Gumersinda, créame y me marcharé para siempre...

- Cada una de sus palabras marcan a fuego mis sentimientos, si lo dice, nunca se habrá ido para mi.

- Preste su oído Gumersinda, al dulce sonido de mi verdad, mi única verdad.

- Mas que mi oído le confiare mi corazón Adalberto... sepa que una falsa palabra podrá causar en el una herida imposible de cerrar...

- No mire al pasado Gumersinda, cierre esas puertas que solo conducen al dolor

- ¿Por qué siempre el corazón derrota al raciocinio, por que busca la felicidad aún en terrenos espinosos?

- Son fuerzas tan poderosas que queman mi interior

- Dígamelo Adalberto. ¡Dígame lo que tenga que decirme!

- Eh... ¿Sabe que Gumersinda? Entre tantas vueltas y todo eso, me olvidé que le iba a decir.

- No sería tan importante Adalberto.

- No, supongo que no. Voy hasta el almacén y vuelvo.