viernes, 12 de diciembre de 2014

Los nuevos hombres robot

Hace poco más de 50 años, Oesterheld en las páginas de El Eternauta hablaba de los "hombres robot". Juan Salvo, el protagonista de dicha historia, se los describía a una mujer de la siguiente manera:

"Los Ellos, los jefes de la invasión a los que nadie, que yo sepa, ha podido ver todavía, tienen bajo sus órdenes a unos seres inteligentísimos, con manos de dedos múltiples... Son los manos. Estos, a su vez, manejan a los hombres robots: son hombres capturados a los que les insertan en la base del cráneo, en la nuca, un aparato especial provisto de muchas lengüetas que se clavan en el sistema nervioso... Por medio de ese aparato convierten al cautivo en un verdadero autómata, capaz de recibir órdenes transmitidas desde muy lejos y de obedecerlas sin chistar, aun a costa de la propia vida..."

Cuando a la pasada, a la vuelta del trabajo sentado en mi sillón, leo títulos en los principales medios, de a poco comienzo con el ejercicio mental de buscar el mensaje implícito. Simples textos de dos renglones empiezan a convertirse en mensajes codificados, digitados por un mano disfrazado de jefe de redacción, a las órdenes de un Ello, que nadie ve. El mensaje viaja, con sus dos sentidos, y llega a los aparatos de los autómatas, los nuevos hombres robot. Y ellos cumplen el mandado "sin chistar". Decodifican el mensaje y lo transmiten, lo divulgan. "Una mentira repetida mil veces se convierte en una realidad" "Más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil" "Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá". Tres citas de Joseph Goebbels, ministro encargado de la propaganda del gobierno de Adolf Hitler en la Alemania Nazi. Si a los descendientes de "Gobbie" (como seguramente lo llamaba Adolfito en la intimidad) se les ocurriera reclamar las regalías por los derechos de propiedad intelectual hoy en día, con los ejércitos mediáticos (Aquellos a favor y aquellos en contra) aplicando a troche y moche sus enseñanzas, se harían millonarios. Por suerte (para las corporaciones mediáticas) aparentemente a los descendientes nazis con el oro judío robado les basta.

Pero no me quiero desviar del tema principal, el quid de la cuestión: Para un lado o para el otro, los nuevos hombres robot salen lanzados con su misión: Café, cerveza o cigarrillo de por medio, comienzan la divulgación y defensa del mensaje. Generalmente lo hacen en grupos de a 3 o 4 mínimo. Buscan aunar fuerzas y atacan al desprevenido, siempre procurando la supremacía numérica. Agreden con el verbo las ideas diferentes, con tendencia a la destrucción, con el único fin de hacer prevalecer intereses ajenos. Es lógico, una de las primeras y fundamentales premisas del control de los ellos (a través de los manos) sobre los hombres robots es precisamente el desconocimiento del hombre robot de su condición. En todo momento el hombre robot actúa bajo una supuesta libertad y sus acciones autómatas operan en su interior bajo la máscara del libre albedrío.

Debo mencionar antes del final, nobleza obliga, la inocencia de los hombres robots de la historia del eternauta: Esos terrícolas eran rehenes capturados, a los que contra su voluntad se les instalaba el aparato en la nuca que los convertía en los hombres robot. Un ejército, como sin ninguna "casualidad" sino causalidad el autor describía, "...de hombres de mirada perdida y gestos tristes". Estos hombres eran convertidos contra su voluntad. En su interior yacía indefensa la voluntad de defender a sus pares, de luchar contra el invasor, de buscar la libertad. La mayoría de ellos habían sido capturados en combate e incluso, el hombre robot del eternauta volviá a su condición humana auténtica al retirarse el dispositivo de la nuca.

Pero los Ellos han evolucionado en estos cincuenta años. Hoy el ejército de hombres robot cree en una falsa idea de libertad y no son necesarios los dolorosos implantes de tecnología en la nuca. Como todo, el control se volvió wireless. Wi-fi. Los dispositivos evolucionarion, el alcance también. Y pareciera ser que muchos humanos eligen aliarse con el invasor, en apariencia más poderoso, por simple comodidad. Eligen ser hombres robot. Prefieren ese tibio conformismo de la pertenencia, el bienestar egoísta y personal por sobre el bien común. Viven sus vidas puertas adentro, rodeados principalmente de otros hombres robot, protegidos en sus bienes y pertenencias, siendo fieles a las órdenes del Ello, que de tanto en tanto los premia, por su obediencia incuestionable.

Solamente me queda pensar si quien les escribe éstas palabras no será solamente un hombre robot más, si todas estas palabras no son más que los deseos de otra entidad y que quizás no exista ya un verdadero corazón latiendo tras nuestra falsa cubierta de piel, la que en realidad es solamente una coraza de piedra.

jueves, 2 de octubre de 2014

El reporte

Año 2138. Reconstrucción del planeta llamado Tierra. Departamento de Desmitificación de actividades humanas. Informe especial número 431.430/7. Planeamiento e ilusión humana VII. Los sueños.

Nada es onírico, o todo lo es, quizás. No lo sabemos. A cada momento, uno sueña, a cada momento uno despierta. Siempre estamos despiertos. El sueño es una simulación de estar despiertos que transcurre en el momento, en el único momento que dormimos. Contadas son las ocasiones en que alguien sueña estar dormido. Y aun más excepcionales y aisladas son las situaciones en que quien sueña estar dormido, sueña que en ese descanso, sueña. Todos sueñan, minuto tras minuto, segundo tras segundo, por lo que nos permitimos definir entonces al tiempo como una sucesión de sueños. Mas la medida, mas allá de su valor en originalidad y espiritualidad, mas allá de un valor bohemio, no sería nada exacta. Imaginemos a modo de ejemplo,  el siguiente diálogo:

-          ¿Tardó mucho el colectivo en venir?
-          Y... unos treinta y ocho sueños.
-          Ah, vino rápido entonces.
-          Eso para vos, que sos un soñador... encima no pude dormir.
-          ¿Dormiste poco?
-          Casi nada, un sueño.

¿Cuál es el problema? Sencillo, si todos, siempre considerando los sueños como unidad de tiempo, durmiésemos un sueño, seríamos hiperactivos y estaríamos infinitamente cansados, pero ¿Quién acaso puede jactarse de haber dormido mas de dos, tres, a lo sumo cuatro sueños? Esto afirma un hecho: Cuando se duerme, se pierde la noción del tiempo. Cuando dormimos perdemos la noción de nuestros sueños, de lo que se desprende que el tiempo esta emparentado con los sueños. Una solución posible seria la tercerización de la medición del tiempo dormido, es decir, y valga la redundancia, el tiempo de sueño.

-          Buah... Buen dia... ¿Cuánto dormí?
-          Y, bastante, cuatrocientos trece sueños.
-          Mirá vos, a mi me pareció uno solo.

Y esto lleva a la regla de tres simple. Si llamamos A al dormidor y B al temporizador, deducimos que un sueño de A es igual a cuatrocientos trece sueños de B. Supongamos que A se encuentra ahora como temporizador de C:

-          Me levanté con frío che... ¿Dormí mucho?
-          Y... unos setecientos ochenta y cinco sueños.
-          ¡No!... ¡Yo me tenía que encontrar con B, dos mil sueños suyos después que nos despedimos, hace noventa y seis sueños míos!
-          ¿Noventa y seis sueños dormido o despierto?
-          No lo se...
-          Yo que vos igualmente voy, por las dudas.
-          Pero se me hizo un poco tarde me parece.
-          Y... si yo fuera B, diría que unos doscientos cuarenta y seis mil ochocientos cuarenta y cinco sueños.

De mas esta decir, y queda demostrado, el peligro y la inutilidad que tendría la tercerización del tiempo de sueños. En nuestro pequeño e inocente ejemplo, B hubiese muerto esperando a C, o en su defecto hubiese envejecido tanto que probablemente la senilidad lo habría llevado a olvidar el motivo que lo llevo a encontrarse con C en aquel lugar.

Conclusiones del reporte:

Los sueños, sueños son. Y la vida… vida es. Se deduce así que es imposible una vida sin sueños, como también es imposible medirlos. Se deja en claro que no hay un tiempo en especial para soñar, siempre es el momento indicado. Tampoco hay edad.  Finalmente se concluye que solamente la dependencia de terceros puede complicar la labor de soñar libremente.


Regístrese. Comuníquese. Notifíquese. ARCHIVESE.-

Los cybercomunicadores (IV)

Otro tipo de cybercomunicador que detecta la gente de Es verdad, era mentira, son los cyberfilósofos. Un usuario que discute en soledad los ensayos y aforismos contenidos en "Parerga y paralipómena" una de las obras más destacadas del filósofo alemán Arthur Schopenahuer . Recibe aislados comentarios en su sitio como "te dejo la dirección de mi página de veterinarias de Almagro, Patas y Patitos" o "¿Esa es la nueva peli de García Bernal y Diego Luna? Fernanda". Sumido en una profunda depresión, no concibe terminar con su vida dado que su filosofía no aprueba el suicidio como camino aduciendo que el suicida no renuncia a la vida en si misma sino a la que le ha tocado vivir en condiciones desfavorables. Por eso mismo, cierra el sitio luego de 413 entradas y ningún comentario relacionado con el mismo.

Después de esto, no queda mucho por decir, puesto que el hombre en su totalidad es sólo el fenómeno de su voluntad, nada puede resultar más absurdo que, partiendo de la reflexión, querer ser algo distinto de lo que se es.

(Cualquier parecido con la coincidencia, es pura realidad)

domingo, 21 de septiembre de 2014

Los cybercomunicadores (III)

El tercer grupo que nos gustaría introducir es el que llamaremos "Cybercomunicador opinólogo". Para evitar conflictos con la figura de la redundancia, evitaremos dar nuestra opinión al respecto.

Alguien encuentra una noticia y la misma le genera diferentes sentimientos: Puede ser odio, indignación, alegría o simplemente llamarle la atención por lo inverosímil de la misma. Quizás incluya la noticia en su publicación o simplemente haga referencia al tema. Pero lo esencial será su opinión al respecto, la cual desarrollará mediante muchos renglones o pocas palabras. Los lectores se dividirán en dos grupos, los que estén de acuerdo, los cuales se lo harán saber mediante anotaciones donde dejen su apoyo al creador y los que no estén de acuerdo, que considerarán una boludez dejar un comentario negativo y optarán mejor darle al botoncito de "Stumble Upon" y cambiar de sitio. Esto dará por resultado un grupo de comentarios en su totalidad positivos y de apoyo, lo que llevará al cybercomunicador opinólogo a un delirio mesiánico que lo hará reclamar constantemente mediante ridículos correos electrónicos el premio Pullitzer. 

Nota de los Autores: Estarán también los casos, en los que nos incluimos, en los que un usuario ingresará con un nombre falso y dejará comentarios como "El de arriba es transa", "Indique Ud. con una leve sonrisa si alguna vez le rompieron el culo" o "Rompilabarraespaciadoraalgunoconoceuntecnicodepcbaratoenlazonadebalvanera?"


(Cualquier parecido con la coincidencia, es pura realidad)

sábado, 6 de septiembre de 2014

Dinosaurios de goma espuma



Las tardes de lluvia en el barrio de Tapiales tenían un atractivo particular. La ñata contra el vidrio del balcón lo suficientemente cerca como para empañarlo, el ruido de la vieja cocinando algo en la cocina y lobito olfateando cerca en una mezcla de compañía o quizás tratando de comprender que era lo que tenía de interesante quedarse mirando como las gotas de lluvia caían sobre los árboles del parque. Lobito era así: Tenía códigos de amistad, entendía sus obligaciones en cuanto a lo que acompañamiento refiere pero lo suyo no era sentimiento ni inocencia, era simplemente cumplimiento del deber, interés y, en algunos casos, piedad o simplemente aburrimiento.

Lo cierto es que llovía ayer. Mucho. Lejos de esas situaciones carentes de obligaciones de las tardes de Tapiales, me encontró en pleno cumplimiento de mis tareas adultas. Logré evitar la lluvia durante la espera de mi transporte colectivo subsidiado, pero no así una preocupación que crecía y crecía en mi persona como esos dinosaurios de goma espuma que venden en la calle a los cuales, supuestamente mediante la inmersión de los mismos en agua, su tamaño crece considerablemente hasta convertirse en verdaderas réplicas vitales de Godzilla, cosa que digamos, nunca ocurre pese a mis deseos utópicos infantiles que me llevan a comprar uno cada vez que los veo.

Me he ido por las ramas, vuelvo sobre la preocupación: Mientras viajaba en el 108, cayó un poco de agua congelada que desciende con violencia de las nubes, en granos más o menos duros y gruesos, pero no en copos como la nieve y me di cuenta, de una manera newtoniana, de una verdad del universo:

A lo largo de toda la filmación del Mago de Oz, usaron un solo perro. Un solo Toto.

Ni bien llegué a casa, busqué el DVD y miré escena por escena tratando de descubrir un engaño, una triquiñuela dónde, como bien dice la abuela, "me metieran el perro". Nunca ocurrió. Toto se bancó todas las escenas el solito, sin dobles de riesgo. Incluso la escena de la tormenta marítima. Ladró, es cierto. En algunos casos se metió debajo de la cama y tuvieron que volver a filmar la escena. Habrá tenido algún que otro exabrupto escatológico, sería normal, dada su condición de cánido. Pero toda la película la hicieron con el mismo perro. Ese análisis me llevo casi 13hs, por lo que siendo las 8AM del día de hoy y sin dormir, pude retomar mis tareas de adulto, por suerte ya sin lluvias, aunque extrañando la compañía del hocico de lobito empujándome la mano en aquel living de Tapiales.

En un Universo plagado de artilugios, direccionado por mentiras, guiado por titireteros, digitado por entes abstractos, todo lo que nos queda es la opción de lo que queremos creer. Elegir pensar que Lobito se quedaba porque adoraba las tardes grises de lluvia. Y eso es lo que nos va a definir. Ser lo que creemos no es lo mismo que lo que creemos ser. 

Quien elija creer en la artimaña de un perro taimado que buscaba un paseo o una galletita, tendrá a ese perro astuto, ladino y engañador como compañero. 

Mientras termino de armar la publicación, me preparo para un paseo. Campera y libro en mano me dirigiré hacia la esquina de Lavalle y Maipú. Me han dicho que allí hay una señora que vende dinosaurios de goma espuma que crecen de verdad.


Y, como dijera alguna vez Alejandro Dolina, que aprendan a soñar los que se contentan con ganar la lotería.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Los cybercomunicadores (II)

La segunda modalidad que nos gustaría destacar en el día de la fecha, es la del cybercomunicador literario:

Una persona escribe. Es algo oscuro, es algo raro, es algo que o bien carece de profundidad, o se ahoga en la misma. Alguien lo lee. Lo mira. Lo da vuelta. Lo imprime. No hay forma, no lo entiende. Trata, trata y no puede. Entonces piensa "Esto es buenísimo. Demasiado bueno para mi nivel. Este tipo está por encima". Por otro lado está aquel que no se rinde a la sinceridad de no comprender y aún sin saber muy bien de que se trata lo que acaba de leer, opta por la postura de expresar que "Es un estilo sin igual. Expresa magníficamente la dualidad del pesar de la existencia en contraposición con la innegable condición humana". Es decir, no lo entendió, pero si el primer lector se lo recomendó, es bueno. Y por otra parte, no puede ser tan inculto de no comprender lo que es bueno. Llamaremos a esto "Cybercomunicador literario que con suma inteligencia explota el snobismo popular".


Al terminar de escribir el artículo, uno de los integrantes de Es verdad, era mentira dijo sentirse ofendido y, golpeando bruscamente la puerta al salir, dirigióse al chino "a comprar galletitas".



(Cualquier parecido con la coincidencia, es pura realidad)



domingo, 31 de agosto de 2014

Los cybercomunicadores (I)

En Es verdad, era mentira nos dimos cuenta que hay determinados grupos de comunicadores cybernéticos que podrían fácilmente agruparse según su estilo de comunicación. Nosotros podríamos catalogarnos como varios de los que iremos presentando, o simplemente como "Persona que va a un Cyber, la tarifa es por hora, chequeó el correo y está vacío, en el Facebook tiene pocos amigos y en realidad tiene que hacer tiempo para el turno con el homeópata".

El primer grupo de cybercomunicadores: Los modernos standuperos.

El propietario del sitio narra situaciones diarias de su vida, en las cuales destaca, al modo que lo haría Jerry Seinfeld en uno de sus monólogos, las cosas cotidianas de la vida desde el punto de vista de la incógnita o mejor expresado, poniendo en evidencia que lo habitual no tiene porque ser así. Por ejemplo; "¿Notaron que siempre el agua de la ducha tarda unos segundos en salir y siempre sale en el momento que no lo esperamos?". Buscan empatía con el lector, buscan llegar al punto donde el visitante del sitio se sienta identificado y diga "Si, es verdad, a mi me paso". Son el "Gente que busca gente" de las narraciones. La idea de la distorsión de la historia es llevarla hacia el lugar común donde pueda aglomerar la mayor cantidad de lectores posibles los cuales sentirán un cálido sentido de pertenencia el cual los hará volver para descubrir nuevos puntos en común con tan idolatrado comunicador, un tipo como uno. 

¿No sienten al leer un parrafo asi que perdieron su tiempo? Hola... no tenemos ganas de leer tus quejas. ¿Cual es el sentido? ¿Aburrirnos? Porque si esa era la intención, felicitaciones, lo lograron.

(Cualquier parecido con la coincidencia, es pura realidad)

lunes, 18 de agosto de 2014

Quienes hacen el Blog: 5° y último integrante, Key

Key: El único integrante con sentido del humor. Incomprendido por sus compañeros (mas allá de la barrera del idioma que lo separa de Ilie) es sin embargo considerado por los demás como el más inteligente de los cinco. De mentalidad infantil, pasa sus tardes consumiendo Skittles y destruyendo joysticks de PlayStation. Creador de canciones, personajes y situaciones muy creativas, aunque el insiste en que son muy reales. Totalmente olvidadizo y fan de los zombies. Color favorito: Soda.

Aquí lo vemos en su temprana infancia realizando una de sus primeras bromas de mal gusto: "Espíritu intranquilo de niño asesinado que tironea por debajo de la mesa los pantalones de los invitados":



miércoles, 13 de agosto de 2014

Quienes hacen el Blog: 3° integrante, Illie

Illie: Pensador ruso, de la ciudad de Frioski. Ciudadano del mundo, llegó hace un tiempo a la Argentina escapando del régimen. Del régimen del Cormillot paraguayo. Hombre de formación dudosa, encuentra asilo en las huestes de este grupo de jóvenes argentinos quienes lo admiran y respetan. Borracho pendenciero y delirante. Es tan capaz de emanar sabiduría como de arrojar violentamente por la boca el contenido de su estómago. Es, por lejos, el mayor del grupo. Los otros chicos lo llaman "Ivanoff" por su origen soviético y en honor al mítico canilla libre de Flores. Una curiosidad: Sueña recurrentemente con bombardeos.


Aquí lo vemos en su temprana infancia, robando del monedero de su madre, con los lentes listos para una huida de incógnito.



martes, 12 de agosto de 2014

114 horas después

Siempre gusté de tomarme un tiempo antes de exteriorizar las cosas. Quizás sea una imitación que data de aquel período en que uno forma su personalidad y copia rasgos, costumbres y modos de los mayores, como buscando generar un Frankestein de personalidad acorde a nuestros gustos. Mi recuerdo es de mi tío Omar. Estamos en el patio de la casa de mi tía Angélica, en Valentín Alsina. Hay unos sifones en algún rincón junto a una maceta, una mesa con un mantel vinílico y da la sombra de un día soleado en el patio interno. Mi tío Omar, sentado con las piernas cruzadas del modo “femenino”, recibe una pregunta sobre fútbol. Y él, hincha fanático de Racing, se toma su tiempo para responder. Siendo gran observador desde chico, puedo destacar tres pasos muy claros y marcados en su proceder, a prestar atención: Primero cerraría los ojos. En segundo lugar se agacharía un poco al mismo tiempo que con una de sus manos se frotaría la cabeza, como buscando sacudir la idea. Y finalmente, volvería a su posición inicial y justo en el momento que su interlocutor estuviera a punto de repetir la pregunta, comenzaría la respuesta con esa voz grave que tenía. Las respuestas eran escuetas, pero asombrosamente sintéticas y acertadas: “Racing jugó muy mal”.

Claramente, ese último rasgo preferí copiarlo de algún otro adulto más peleado con el poder de síntesis.

Desde ese entonces, mi conducta de tomarme un tiempo siguió presente en las situaciones más dispares: dos semanas después de ver la película Sexto Sentido, recuerdo haber dicho en una cena con amigos: “Claro… Bruce Willis estaba muerto”. En otras ocasiones más tempranas, la conducta no era bien vista, sobre todo por los maestros y profesores escolares que recibían con pleno atraso cualquier tarea escolar encomendada.

Pero es así. Me cuesta emitir opiniones al momento, en caliente. No es que pueda hacerlo y al rato cambie de opinión. Es simplemente que no puedo. Me resulta imposible analizar una obra de teatro mientras bajo las escaleras del pullman. No puedo analizar los errores o aciertos tácticos caminando por Lidoro Quinteros después de un partido de River Plate.

Me tomo mi tiempo. Es por eso que puedo escribir estas líneas 114 horas después.

Es que hace 114 horas, recibí una noticia: “Encontraron al nieto de Estela”.

Y como mi tío Omar cerraba los ojos, pienso que yo también hago lo mismo. Hace un tiempo tomé una decisión muy contraria a mi voluntad de opinión sobre temas de la actualidad: Recibir la menor cantidad de datos posible de cualquier medio de información. En un principio se limitó a no mirar televisión. Después lo siguió la radio y por último, los medios escritos. Es cierto que ante eventualidades, visitas o reuniones de café, los temas llegan a mi conocimiento, pero no es ávida mi búsqueda de una información que es, en el mejor de los casos parcial, cuando no falsa.

A continuación, me agacho un poco y froto mi cabeza, sacudiendo las ideas. Cuando me agacho y me acerco a mí mismo, pienso que al momento en que mi interlocutor de turno me dio la noticia no necesité muchos más datos ni horas de filmaciones ni una avalancha de palabras para empezar a sentir algo reconfortante y calentito que brotaba en mí. Lo que siguió fue el sacudón de ideas, ese ejercicio que realizo habitualmente de observar las conductas ajenas a mi alrededor. Y sinceramente, volví a afirmar que todo es moda pasajera, que todo es distracción, que todo se pone convenientemente en duda y que vivimos rodeados de repetidores. Surge la teoría de la utilización de las apariciones para tapar “malos momentos”. Surge la teoría sobre la no confiabilidad del banco de datos y el engaño a la pobre señora a la que “le dan una alegría antes de morir”. Y me doy cuenta que, como dijera el filósofo de Villa Fiorito, la tienen adentro.

Como tercer paso de la metodología Tío Omar, volviendo a mi posición original, pienso en mis amigos, en mi familia, en mis hermanos del alma y en lo que cada uno vivió y vivimos, y eso me genera una sensación genuina, que no me la cuenta nadie. Me genera un calorcito interno agradable que no está contaminado con ninguna mentira orientadora de pensamientos. Creo que es el sentido de justicia. Y me doy cuenta que tanta, tanta gente que se muere de rabia ante estas noticias, en un rato, mañana o en unos días, volverá a sus triunfos individualistas, vacíos, efímeros, fríos, porque, nobleza obliga, hay que aceptar la predominancia de un mundo capitalista donde el fracaso de los otros es un triunfo tuyo. Pero no me importa. Mientras tanto, en segundo plano, aunque sea por un ratito, me comunicaré de modo inalámbrico con quienes están más cerca de mi corazón. Los imaginaré recibiendo la noticia  para compartir esta sensación de bienestar, esa recompensa parcial por un arduo trabajo bien realizado acompañada del “celebremos ahora, que mañana hay que seguir trabajando” tan cierto como digno.


Y finalmente, justo cuando mi interlocutor está por repetirme la noticia, puedo expresarme de una manera sintética y acertada. Una sonrisa se dibujó en mi boca y salió, desarticulada y solitaria, una de las palabras más lindas: Alegría.
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lunes, 11 de agosto de 2014

Quienes hacen el Blog: 2° integrante, Holden

Holden: Fernando según su DNI, es el soñador del grupo. Personaje melancólico adorador de la lluvia, basa sus relatos en ramificadas descripciones de sentimientos, ideas y pensamientos. Romántico, amoroso, sueña con ver un día nuevamente a Huracán campeón. Dicen que en sus años mozos jugaba mas o menos al futbol y vecinos cuentan que lo han oído tocar la guitarra, o quizás el piano. Pasa sus noches mirando películas europeas y realizando pinturas sin sentido, las cuales sueña que lo lleven a la fama post-mortem. Una característica: No entiende como funcionan las calculadoras.

Aquí lo vemos en su temprana infancia disfrutando de sus dos amores: Su madre y la comida.




domingo, 10 de agosto de 2014

Quienes hacen el Blog: 4° integrante, Pablo

Pablo: Socio capitalista del grupo. Es el único que trabaja. Durante el día presta sus servicios a un grupo multinacional y durante sus ratos libres financia grupos de escritura absurdos como este y otras agrupaciones revolucionarias, como “La Troska”, “Bulínowski” o “CAIN”. Fanático del Club Atlético River Plate y las pastas caseras. Firma las publicaciones y a cambio se queda solamente con el 95% de los ingresos del sitio. Cinco palabras que lo definen: Cartapacio, abejarruco, burdégano, bosquimano y cutre.

Aquí lo vemos en su temprana infancia, haciendo lobby en un evento social de los años ochenta:




Quienes hacen el Blog: 1° integrante, Rodia


Luego de una breve introducción y unos primeros posteos, hemos decidido pasar a la presentación de quienes hacemos Es verdad, era mentira. 

En primer lugar, Rodia.

Comunista de pura cepa, ser totalmente irascible aunque de gran corazón, al que se lo suele ver sacándose a tirones los pelos por las calles de Villa Crespo mientras recita partes de “El Capital” de Marx. Dueño de una literatura muy crítica, basa su discurso en la exposición de la ridiculez capitalista. Frontal y Directo. Jugador compulsivo, deja de lado su morral y sus ideales para tirar unos plenos en el flotante. Se lo conoce también como “Zurdo”, “Rojo” o “Bolche”. Frase favorita: “La resistencia será tan multinacional como sus capitales”

Aquí lo vemos en su temprana infancia, dándole la espalda a la TV como protesta ante los medios hegemónicos:



Viene llegando IV

Hace frío, por lo que vuelve a abrocharse el delantal. Nunca había notado que al final del otoño las hojas vuelan en círculo, arremolinadas y caen casi en el mismo lugar desde donde partieron. Tampoco había notado que los chicos de sexto se quedaban hasta más tarde. 

Mira hacia la esquina, pero no hay novedades. "Se atrasó en la concesionaria" piensa repitiendo esa palabra complicada que tanto escuchó estos últimos días. Hoy viene papá con el auto nuevo. Ya está llegando.

Es verdad, era mentira, también.

martes, 29 de julio de 2014

El pasaje de los muertos que siguen muertos

Ciertas historias, por ser en extremo alocadas, generan sensaciones distintas a la sorpresa o el asombro. Esta en particular, cuando me la contaron por primera vez, me causó una invasión de terror.

Parece ser que por ahí, entre Caballito y Parque Centenario, está el pasaje ese. Resulta que de repente, muere un hombre o una mujer. Se siente mal, tiene un accidente, se pasa de viejo. Entonces, los familiares, sádicos hijos de puta, hacen un ritual extrañísimo: Como primera medida, llaman a unos tipos que vienen vestidos de verde,  que llegan apuradísimos en unas camionetas con luces y ruido, mucho ruido. Se quedan un rato con el muerto y después de ahí, lo cargan en la camioneta, ya sin las luces y el ruido y  se van a lugares grandes, apagados, con gente de traje. De repente traen al muerto en un cajón de madera. Se quedan mirando, como vigilando que no se le ocurra salir. Le hablan, lo miran. Y en determinado momento, lo tapan. Pero ahí no termina. De ahí van a un campo al aire libre y tiran el cajón a un pozo. ¡Y ahí viene lo peor! ¡Ahí viene la razón de mi pánico! ¡El muerto se queda ahí adentro! ¡Lo tapan con tierra! ¡Y ni se quejan!

Encima los familiares (que ya dije que eran muy sádicos) vuelven de vez en cuando al lugar para verificar que no se hayan ido. ¡No se levantan mas! ¿Entienden?


Realmente tengo mucho miedo de salir a pasear y meterme sin querer en ese pasaje. Pasan cosas raras en la ciudad.

miércoles, 16 de julio de 2014

Mascherano, mi tío y mi viejo.

No puedo evitar remitirme, al escuchar las sentencias que se pronuncian sobre el coraje de mascherano o como modernamente se denominan, “maschefacts”,  a ciertos juegos de debate de la infancia donde la naturaleza, profesión o cualidades de nuestros parientes cercanos, directos y queridos, eran la medida de lo que nosotros, infantes ávidos de pertenencia y aceptación, éramos dentro de nuestro grupo de amigos o compañeros.

En esos primeros años, desconociendo conceptos como liderazgo nato, carisma o personalidad, la importancia de uno, el lugar en el grupo e incluso la condición de persona podía dirimirse mediante una disputa que voy a bautizar como “…y mi papá es”.

Los puntos suspensivos al inicio del título de la competencia no son casuales. Están ahí porque la contienda da inicio ante la afrenta de uno de los participantes, que puesto en desventaja por alguna afirmación de otro participante (“Yo tengo la pistola del family game”) busca urgido destacar un hecho que si bien no es propio, es de un familiar cercano. Una afirmación que diga “Acá estoy yo y esta persona que te nombro, tiene este poder”

Era premisa fundamental comenzar apostando bajito, con cosas ciertas, conocidas y que den lugar a un contragolpe. Contrario a juegos como el Poker o el Truco, donde buscando un bleff o ganar la primera mano el jugador puede realizar una apuesta fuerte de entrada, acá es fundamental, como un cachetazo suave y desafiante, darle lugar al contrincante para responder. Una buena manera sería por ejemplo retrucar “Y mi tío tiene un revolver de verdad”. La discusión irá subiendo de tonos, logros, parientes y verosimilitud hasta que un factor externo dictamine el final, como puede ser una campana de recreo, o una madre gritando “A merendar” desde el balcón de un sexto piso. Lo importante será el mensaje que se dejó durante esa batalla dialéctica: Dejar en claro que si es a inventar, uno tiene más y mejores parientes, amigos y/o conocidos lo cual, por una ley tácita del Universo lo convierte a uno en más popular.

En busca de esa notoriedad social que acompaña a privilegiadas personas en un lugar concreto (por privilegiada me refiero al “más popular” y por lugar concreto me refiero simplemente al barrio o la escuela primaria) convertí a mi viejo en compañero de Rambo, profesor de álgebra en El Cairo o agente secreto de Kaos, a mi tío en campeón mundial de bádminton, a mi vieja en la inventora del grabador con tres casseteras y a un primo lejano en jugador de primera (dentro de mi grupo de pertenencia no era necesario aclararlo: Un jugador de primera era, por supuesto, un jugador de fútbol)

¿En que momento ese recuerdo se encuentra con el presente? Escuchar cosas como “Mascherano encontró al unicornio azul, y de paso, trajo otro verde” más allá de la risa inicial,  me lleva a esos momentos.

Uno sabía y tenía bien en claro hasta donde llegaban las verdades y donde empezaban las mentiras. Cualquier afirmación no resistía al menor de los análisis y las palabras de esos niños se las llevaba el viento, el mismo que quizás hoy modernizado y disfrazado de nuevo artículo web, patota de bytes o cadena de Whatsapp, se llevará al baúl del olvido a los “maschefacts”.

El día siguiente volvería la mancha pared en el patio, el partido a 12 goles en la cancha del barrio y cada pariente tendría que volver también a sus verdaderas ocupaciones. Los maschefacts darán lugar a algún otro viral que puede llegar a provenir de cualquier lugar del universo que nos rodea y don Javier volverá a Barcelona, a calzarse la ropa de entrenamiento.

Pero lo que quiero rescatar, lo que me queda en estas horas posteriores a la derrota de la selección en la final del mundial a manos de la moderna versión de la Luftwaffe es la ilusión del juego, es la vuelta al niño interior, el que hacía un pleno uso de su imaginación y por un minuto soñaba con el primo agente de la CIA, con el vecino que conoció a John Lennon en persona o con ese humilde número cinco santafesino al que le queda merengue en las dos tapitas de las merengadas.

Es que Mascherano, mi tío y mi viejo eran, son y serán siempre personas comunes.

Ninguno va a ser capaz de “Romper un Nokia 1100” ni “rechazar la oferta de Vito Corleone” o “saber quien se tomó todo el vino”.

Pero van a lograr que, por un momento, yo crea que sí. Que si se puede.


lunes, 14 de julio de 2014

Algunas pistas III

-¡Tengo una adivinanza!
-A ver...
-Es inteligente, sagaz, elocuente, brillante y divertido.
-¡Brad Pitt!
-¡No!
-Eh... Eh... Eh... ¡Silvio Soldán!
-¡No!
-Me doy por vencido.
-¿Tan rápido?
-Y... si querés la seguimos, pero vamos a perder la audiencia.
-Ok, te la digo entonces: Es verdad, era mentira
-¿Que cosa?
-La respuesta
-¿Brad Pitt o Silvio Soldan?
-No, la respuesta es es verdad era mentira.
-No entiendo nada.
-Yo tampoco.
-¡Marcelo Bonelli!



Ya esta llegando.

Es verdad, era mentira.

lunes, 7 de julio de 2014

Funeral

Las puertas son de vidrio. Si, polarizadas. Pero igual se puede ver a través de las mismas. En la parte de abajo hay un escritorio bastante antiguo, imponente, de caoba. A la derecha del mismo, una lámpara que irradia una luz tenue. Hay también una planta, pero nunca fui un especialista del tema, no podría decir cuál es. Llama la atención el detalle de las tapas de luz por ejemplo. Son metálicas pero color caoba. El empapelado que cubre las paredes es de un color crema, con unos suaves trazos dorados. Cada listón termina prolijamente encastrado en los zócalos. En la puerta, del lado de afuera, hay un grupo de unas diez personas, algunas tienen los ojos hinchados, la mirada perdida y el gesto inconfundible de quien busca en el aire una explicación. Otros conversan animadamente y hasta se animan a unas carcajadas censuradas. Otras dos están paradas frente al puesto de diarios que acaba de abrir y debaten acerca de la elección del material de lectura. La mayoría frota sus manos. Uno entra y me mira, pero no suelta vocablo alguno. Pasa rápidamente rumbo a la escalera y antes de llegar al tercer escalón se detiene. Vuelve hasta la puerta y pregunta si alguno quiere café. La mayoría agradece, algunos aceptan. Y hasta hay uno que decide acompañarla. Pero este al pasar no me mira.

Es extraña la sensación que causa en un chico tener que estar acá, en un funeral. Las voces graves, los silencios cómplices. El luto. Casi nadie estila el luto, salvo la gente de la casa de velatorios. Y el café, que es tan negro como intomable. Están los parientes que uno no ve por años. Algunos están extrañamente igual. Otros, vaya paradoja, están extrañamente distintos.

Pasado un rato ya, acostumbrado a la situación, uno puede observar como las personas se mueven sistemáticamente: Ingresan al lugar, buscan alguna cara conocida, una pequeña charla introductoria, quizás alguna que otra presentación y enseguida, el gesto típico de consulta acerca del paradero de los deudos. Una vez que el rumbo ha sido indicado, proceden al acto protocolar. Un saludo sobrio, la cara de consternación y el posterior consuelo. El nivel de relación entre si, será indicado por el tiempo de permanencia del recién llegado, el cual probablemente al dar por acabada la charla, se acercará al cajón donde luego de persignarse pronunciará algunas palabras tan cursis como gastadas. Luego volverá al cuarto aledaño, donde proseguirá su conversación con otros de los allí presentes. Mirará de reojo buscando algún ausente y en poco tiempo sucumbirá ante la tentación de un sanguchito.

Y a todo esto, uno sigue allí, sin saber que hacer, para dónde ir, como no molestar, como lograr que el tiempo pase más rápido. El sol comienza a salir y la gente a transitar por la calle. Algunos empiezan a despedirse. Pocos, diría yo un treinta por ciento, me saluda. Incluso saludan a quienes están a mi lado, pero paso desapercibido. Quizás si un gesto, pero no mas que eso.

Horas más tarde, las caras de sueño atestan el salón. Los sillones están cubiertos por quienes se encuentran en el recinto desde el principio de la historia. Hay dos personas junto al cajón. Una habla como quien lo haría con un ser vivo. La otra se encuentra detrás de la misma, con la palma de su mano derecha sobre su hombro izquierdo. Abro mis ojos y es entonces cuando veo el pánico en sus rostros.

domingo, 6 de julio de 2014

Viene llegando III

El lugar atestado de gente. Es una mañana, quizás sea un martes de otoño, o un viernes de primavera. Nervios. La familia, los amigos más cercanos y esa persona que eligió para crear un futuro. A través de la puerta del juzgado se ve una sombra. Se escucha un saludo y el picaporte de la puerta empieza a bajar. En unos instantes la puerta se abrirá y poco tiempo después, volará el arroz. Ya está llegando.

Es verdad, era mentira, también.

martes, 1 de julio de 2014

Coherencia geográfica

Desde chico cuando escuchaba a mi viejo decir "si hay agua tomamos agua, si hay champán tomamos champán" sabía, si bien no de una manera certera y racional, que no se refería exactamente a la selección de la bebida que acompañaría a la cena.
Sospechaba que algo había mas allá de la diferencia entre eso con lo que se preparaba el jugo (vulgarmente conocida como "de la canilla") y esa bebida que había oído nombrar pero aún a mis tiernos 5 años, nunca había visto.
Con los años y esa frase siempre presente, empecé a buscarle el sabor del champán a los vasos de agua. Lejos de buscar sobres de jugo en polvo sabor champán, buscaba darle emoción y entidad a determinadas cuestiones diarias que en principio carecían de desafío, emoción, adrenalina. Aceptaba tomar agua, pero buscaba transformarla en champán.
Mi primer recuerdo son, como las bautizara Alejandro Dolina, mis carreras secretas. Caminando por la calle buscaba otro transeúnte que pudiera representarme alguna dificultad y me proponía pasarlo antes de determinado punto geográfico en el camino. Había dos hechos interesantes en la postulación. El primero, que el contrincante debía, pese a no saberlo, dar batalla. Nunca elegiría una persona cargada de bolsos, un anciano en bastón o una pareja que claramente pasea. El segundo era el cálculo mental que nutría de exigencia la apuesta: El punto geográfico elegido como "llegada" debía estar a una distancia lo suficientemente lejana como para permitirme alcanzarlo, pero lo suficientemente cercano como para que esa llegada fuera heroica, ajustada, complicada. La tercer componenda de la trilogía era una variable: Mi caminar. Dependiendo de los obstáculos y de si el improvisado rival tenía un buen o mal día en lo que a caminar velozmente se refiere, variaba el tranco procurando lograr ese final apretado, pleno de suspenso que siempre me encontraba ganador.
Con los años empecé intuitivamente a subir la apuesta. Las tareas escolares, ya estando en el colegio secundario, pasaron a ser mi nuevo juego. La finalización de ese trabajo práctico que para una persona organizada hubiera significado un vaso de agua, era intencionalmente convertida en una tarea contrarreloj cuya finalización merecía un brindis con copas plagadas de champán. Siempre en el planeamiento tenía un rato más para empezar la tarea y las horas eran gustosamente ocupadas con discos de los Ramones, paseos que Priscila, habitante cánido compañero de los apuros de última hora, agradecía por habitualidad y duración y horas enteras de zapping, mis herramientas de alquimista que buscaban convertir esa agua en una bebida espirituosa.
Se vive como se juega, sería una buena forma de deformar la famosa frase y aplicarla a estas conductas.
Una vez inserto en el mercado laboral mi diversión, literalmente, se profesionalizó. Lo que antes eran baldosas y preguntas de un trabajo práctico de historia, ahora eran números y fechas. Y se jugaba de verdad. Llegaba el sueldo, digno aunque escueto, y yo planificaba todos los gastos mensuales. No había lugar para un estornudo que modificara nada. Y sin embargo, a los pocos días, surgía esa necesidad del riesgo. Un quiebre de cintura al plan aburrido, desabrido, insípido e incoloro. Un gasto que no correspondía, una compra con la tarjeta y a empezar la danza. Ver la fecha de vencimiento de la tarjeta, pensar en el pago mínimo, calcular el día de cobro, pensar cuando iba a cobrar alguna deuda, buscar algo que vender y de repente me encontraba un día jueves, a las 20:40 realizando una carrera secreta por las calles de Palermo para llegar a horario a ese stand de la tarjeta de crédito y lograr el pago. Cada mes lograba, sobre la chicharra del final, cumplir los objetivos sin incurrir en falta.
Es que se juega como se vive. Y en esas cosas, después de sufrir bajo esa obligación que me representaba defender los colores de la selección argentina, me di cuenta de la coherencia geográfica. Porque no puedo imaginar a Robben en una carrera secreta. Simplemente arrancaría en un extremo de la cuadra y avasallaría a todos los transeúntes. Se tiraría en el medio, señalando a una baldosa, pero así y todo llegaría con 40 metros de ventaja. Y no imagino a Schweinsteiger escribiendo un trabajo práctico sobre la meiosis y mitosis hasta las 3:30 AM, sino que más bien lo imagino llevando adelante una presentación en el auditorio de la Hauptschule bajo la admiración de la profesora Winkler. Quizás algún costarricense o Neymar dejen para el último día el pago de la tarjeta, pero sinceramente los veo más del lado de aquellos que no necesitarían la seguridad de los bienes materiales.

Y es ahí que lo veo al fideo Di María. Llega a las corridas. Son las 14:58. Entra jadeando a la sucursal del banco. En un bolsillo lleva esa declaración jurada que terminó de confeccionar hace escasos minutos, a pesar del aviso de 6 meses previo. Y en el otro, la cantidad exacta para el pago que terminó de juntar gracias al billete que encontró en la campera que no usaba desde el invierno pasado. No le sobra nada. Enfrenta al cajero y balanceando el cuerpo hacia afuera, abre el pie zurdo y la clava abajo, lejos del cuco que resultó ser el hasta hace un rato ignoto arquero Suizo. Y la pelota va adentro. Y gana argentina. Y yo hago las paces con ese pibe y ese equipo que me hacen sentir que, a pesar de los millones en cuenta y kilómetros de distancia en el mapa, juegan como se vive acá, como siempre viví acá, en el país que sin saber, elegí desde mis más tempranos juegos.
Y me acuerdo de mi viejo y las bebidas. Jugar bien, hacer goles o jugar como se puede y como nos dejan para ganar sufriendo. El champán y el agua.
Y lo importante es tomar.

viernes, 27 de junio de 2014

La justicia del tiempo

No pudiendo escapar del destino que dejaba a la merced de impúdicos criminales a la comunidad a la que pertenecía, el mítico kiosquero de Tapiales, Don Esteban, sucumbió a la ola de asaltos del año 88. 

Viendo que el mismo no tomaba las extensas y por momento exageradas medidas de seguridad que sí tomaban sus comerciantes vecinos, Luchi, el almacenero, le preguntó a qué se debía aquella pasividad. Don Esteban, con la tranquilidad y parsimonia que siempre lo caracterizó, le contestó que el creía en una especie de balance cósmico, que la suerte había sido siempre más que generosa para con el y que consideraba que aquella persona urgida de tomar por la fuerza sus pertenencias no era otra cosa que un abandonado por el destino, un desesperanzado quien ya fuere por ausencia de moral, conocimientos académicos, nociones legales o de carbohidratos, evidentemente las necesitaba más que el.

Pero Don Esteban le dejó muy en claro al almacenero que lo que él no perdonaría nunca sería que el mismo asaltante le robara dos veces.

Cabe aclarar que los ladrones, al obtener conocimiento de aquella declaración, tomaron todo tipo de recaudos y, artimañas y tretas mediantes, turnaron sus fechorías para con el kiosco dividiendo el botín siempre entre los mismos delincuentes. Hasta se cuenta que por unos pesos (o por simple coacción) algunos vecinos asaltaron por única vez y a cara limpia al kiosquero para volver como si nada al otro día a comprar unos Le Mans Suaves.


Lo interesante es que al día de la fecha, el kiosco sigue en su lugar, no pudiendo afirmar lo mismo sobre los tantos malhechores.

miércoles, 25 de junio de 2014

Algunas pistas I

-¡Dame una Y!
-¡Te doy la Y!
-¡Dame una A!
-¡Te doy la A!
-¡Dame un...! ¿espacio?
-Bueno, me corro.
-No no... un espacio, para separar.
-Entonces sería dame un " ".
-No entiendo, Estamos hablando, no leyendo.
-¿Y cual es la duda?
-Cómo se hace cuando son dos palabras
-¿Cuales son las palabras?
-"Ya" y "está"
-Se une. Se dice "Yastá"
-Ahhhhh... ¡dame una Y!
-¡Te doy la Y!

Ya está llegando.

Es verdad, era mentira.

lunes, 23 de junio de 2014

Viene llegando II

Suena un timbre. Ruidos metálicos. Se levanta de la cama y va al encuentro de esa luz que tanto lo alegró por años y hoy le resulta extraña, novedosa, agresiva. Ya no tiene colores, sólo gris y negro. Pasillo largo y ruido al final. "Seguramente tenga esa bufanda que no se saca nunca y un paquete de medialunas en la mano" piensa. Hoy viene la vieja a la visita, ya está llegando.

Es verdad, era mentira, también.

sábado, 21 de junio de 2014

Viene llegando I

Se sienta en un lugar que acaba de desocuparse. Mira nuevamente su reloj. Repiquetea con los pies sobre el frío suelo de cerámica y levanta la vista para mirar el monitor del hall. "Landed" dice sobre el vuelo LA928. Mira a la gente que va y viene cargando valijas. En un instante, el nene va a aparecer tras esas puertas y la lejana tiranía del trabajo europeo se transformará en un cálido abrazo de mate, asado  y Huracán. Ya está llegando.

Es verdad, era mentira, también.