viernes, 12 de diciembre de 2014

Los nuevos hombres robot

Hace poco más de 50 años, Oesterheld en las páginas de El Eternauta hablaba de los "hombres robot". Juan Salvo, el protagonista de dicha historia, se los describía a una mujer de la siguiente manera:

"Los Ellos, los jefes de la invasión a los que nadie, que yo sepa, ha podido ver todavía, tienen bajo sus órdenes a unos seres inteligentísimos, con manos de dedos múltiples... Son los manos. Estos, a su vez, manejan a los hombres robots: son hombres capturados a los que les insertan en la base del cráneo, en la nuca, un aparato especial provisto de muchas lengüetas que se clavan en el sistema nervioso... Por medio de ese aparato convierten al cautivo en un verdadero autómata, capaz de recibir órdenes transmitidas desde muy lejos y de obedecerlas sin chistar, aun a costa de la propia vida..."

Cuando a la pasada, a la vuelta del trabajo sentado en mi sillón, leo títulos en los principales medios, de a poco comienzo con el ejercicio mental de buscar el mensaje implícito. Simples textos de dos renglones empiezan a convertirse en mensajes codificados, digitados por un mano disfrazado de jefe de redacción, a las órdenes de un Ello, que nadie ve. El mensaje viaja, con sus dos sentidos, y llega a los aparatos de los autómatas, los nuevos hombres robot. Y ellos cumplen el mandado "sin chistar". Decodifican el mensaje y lo transmiten, lo divulgan. "Una mentira repetida mil veces se convierte en una realidad" "Más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil" "Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá". Tres citas de Joseph Goebbels, ministro encargado de la propaganda del gobierno de Adolf Hitler en la Alemania Nazi. Si a los descendientes de "Gobbie" (como seguramente lo llamaba Adolfito en la intimidad) se les ocurriera reclamar las regalías por los derechos de propiedad intelectual hoy en día, con los ejércitos mediáticos (Aquellos a favor y aquellos en contra) aplicando a troche y moche sus enseñanzas, se harían millonarios. Por suerte (para las corporaciones mediáticas) aparentemente a los descendientes nazis con el oro judío robado les basta.

Pero no me quiero desviar del tema principal, el quid de la cuestión: Para un lado o para el otro, los nuevos hombres robot salen lanzados con su misión: Café, cerveza o cigarrillo de por medio, comienzan la divulgación y defensa del mensaje. Generalmente lo hacen en grupos de a 3 o 4 mínimo. Buscan aunar fuerzas y atacan al desprevenido, siempre procurando la supremacía numérica. Agreden con el verbo las ideas diferentes, con tendencia a la destrucción, con el único fin de hacer prevalecer intereses ajenos. Es lógico, una de las primeras y fundamentales premisas del control de los ellos (a través de los manos) sobre los hombres robots es precisamente el desconocimiento del hombre robot de su condición. En todo momento el hombre robot actúa bajo una supuesta libertad y sus acciones autómatas operan en su interior bajo la máscara del libre albedrío.

Debo mencionar antes del final, nobleza obliga, la inocencia de los hombres robots de la historia del eternauta: Esos terrícolas eran rehenes capturados, a los que contra su voluntad se les instalaba el aparato en la nuca que los convertía en los hombres robot. Un ejército, como sin ninguna "casualidad" sino causalidad el autor describía, "...de hombres de mirada perdida y gestos tristes". Estos hombres eran convertidos contra su voluntad. En su interior yacía indefensa la voluntad de defender a sus pares, de luchar contra el invasor, de buscar la libertad. La mayoría de ellos habían sido capturados en combate e incluso, el hombre robot del eternauta volviá a su condición humana auténtica al retirarse el dispositivo de la nuca.

Pero los Ellos han evolucionado en estos cincuenta años. Hoy el ejército de hombres robot cree en una falsa idea de libertad y no son necesarios los dolorosos implantes de tecnología en la nuca. Como todo, el control se volvió wireless. Wi-fi. Los dispositivos evolucionarion, el alcance también. Y pareciera ser que muchos humanos eligen aliarse con el invasor, en apariencia más poderoso, por simple comodidad. Eligen ser hombres robot. Prefieren ese tibio conformismo de la pertenencia, el bienestar egoísta y personal por sobre el bien común. Viven sus vidas puertas adentro, rodeados principalmente de otros hombres robot, protegidos en sus bienes y pertenencias, siendo fieles a las órdenes del Ello, que de tanto en tanto los premia, por su obediencia incuestionable.

Solamente me queda pensar si quien les escribe éstas palabras no será solamente un hombre robot más, si todas estas palabras no son más que los deseos de otra entidad y que quizás no exista ya un verdadero corazón latiendo tras nuestra falsa cubierta de piel, la que en realidad es solamente una coraza de piedra.