jueves, 2 de abril de 2015

Los beneficios de Atronelli

Es por eso que basándonos en el programa de desarrollo de competencias para implementar la estrategia y táctica del negocio, decidimos premiar al compromiso, la excelencia y la profesionalidad de Ricardo Atronelli… ¿Dónde está Ricardo? – El Gerente buscaba entre los asistentes a Atronelli – ¡Ahí está Atronelli! Decía, decidimos premiarlo con la responsabilidad del desarrollo y seguimiento del nuevo sector de agentes exclusivos, sector en el que tendrá a cargo la región Sur del país y una dotación de 130 recursos. ¡Un aplauso para Atronelli! – Los aplausos resonaron en el auditorio – Bueno, bueno… pero ahí no termina la cosa… como todos saben, las grandes responsabilidades acarrean grandes beneficios, y es por eso que decidimos, en una muestra de agradecimiento, que a partir del próximo día lunes, ¡Atronelli tendrá una rebaja del 20% en sus ingresos mensuales! – El auditorio estalló en una ruidosa ovación. Algunos aplaudían de pie. Otros, los que se encontraban más cerca, se acercaban a saludar, palmear e incluso abrazar a Atronelli que miraba absorto la situación. Pocos minutos después la reunión había finalizado y Atronelli regresaba a su hogar. Después de un largo viaje, se encontró con una fila interminable de autos en el peaje. Al cabo de 53 minutos de espera, llegó a la ventanilla:

-Creo –dijo Atronelli- que debido a la larga congestión y el tiempo de espera, la tarifa debería ser bonificada.
 -Se encuentra en lo cierto – respondió amablemente “Romina García” desde la cabina del peaje – son 180 dólares.

Atronelli preguntó si aceptaban tarjetas de crédito, a lo cual la empleada del peaje respondió que si, y que por tratarse de un día Lunes, tendría una bonificación del 20%, por lo que cargó a la cuenta un total de 216 dólares.

Al llegar a su casa, Atronelli comentó la situación a su esposa, quien comprensiva, sugirió:

-Deberías, por esta vez y por el día que has tenido, ordenar la casa, lavar los platos, poner a dormir los chicos y masajearme los pies. Sin duda te lo mereces.

Atronelli despertó a la mañana siguiente. Después de preparar el desayuno, limpiar los pisos y recibir dos golpes de llave inglesa en la nuca por parte del mecánico vecino que lo felicitó por el ascenso, se subió a su auto.

Al llegar a la oficina pagó el desayuno de sus 90 compañeros de piso, que insistían en que una persona como Atronelli se merecía un desayuno rodeado de sus allegados. Ricardo tomó coraje y se decidió a ingresar a la oficina de su jefe, a fin de renunciar a sus nuevos beneficios adquiridos.

-Buenos días, saludó Atronelli
-Buenos días Ricardo -contestó amablemente su superior mientras escupía al rostro de Atronelli - No me lo agradezca, Usted se lo merece.
- Quería hablar sobre… - Atronelli se limpiaba el escupitajo de la cara mientras intentaba retomar la conversación- sobre el ascenso que me propuso ayer…
- No hay nada que hablar Atronelli, lo que Usted pida le será brindado – Decía su jefe mientras le propinaba un puntín en la rodilla izquierda -
- Bueno, es que quisiera…
- ¡40% de reducción salarial! – Gritó su jefe- ¡Y la responsabilidad de los Agentes Exclusivos de todo el país! ¡Me está matando Atronelli! ¡No me pida más!
- No, por el contrario, yo en realidad…
- ¡60!, ¡60% y trabajo de lunes a lunes, pero nada más! – Decía el jefe, profundamente interesado en brindarle la mayor cantidad de beneficios posibles a su empleado ejemplar.
- No, no es tampoco eso lo que pretendo… - tímidamente Atronelli buscaba entre entender y expresarse. Su jefe llamó a seguridad, dos hombres de metro noventa y espaldas anchas aparecieron en segundos por la puerta, tomando a Atronelli de los brazos. Su jefe comentó:

 -Atronelli, Usted si que sabe negociar y ante eso no queda otra que rendirme… 90% de reducción salarial y calabozo por tres años.

Los guardias llevaron a Atronelli a un calabozo en el segundo subsuelo del edificio que olía horrorosamente a una mezcla de humedad, sudor y putrefacción. Con el paso del tiempo y su buena conducta, Atronelli fue atado a un poste, castigado a latigazos, quemado con cigarrillos, orinado, pateado y electrocutado. En cierto momento, mientras un guardia le arrancaba las uñas de los pies, a Atronelli le pareció sentir un olor dulzón a la distancia. Esforzó su olfato para atravesar los hedores reinantes y dejó volar su intelecto. “Banana” pensó. Por esa textura esponjosa y la calidez del aroma, notó que serían muffins. Muffins de banana. Fue entonces cuando entendió todo y temió por su seguridad laboral, por su despido.