lunes, 28 de agosto de 2017

Santa Maria



¿Cual es la medida para saber si uno está viejo? ¿El color (o la existencia) del pelo? ¿Los dolores post cualquier cosa que uno hace? ¿La aparición de nuevos personajes con mayores bríos y gracia? A mi me gusta pensar el paso del tiempo como la distancia que lo separa a uno de los recuerdos. En este punto creo que mi memoria es más bien del tipo vaga y guarda las cosas frescas más a mano y las demás se van corriendo cada vez más lejos. Como un colectivo. Sube el nuevo recuerdo y el administrador grita cual chofer “¡Para atrás que hay lugar!” y todos los demás recuerdos van buscando un lugarcito para acomodarse para el resto del viaje. Claramente hay un tema con la caída de los recuerdos, los que voluntariamente se bajan y los que son expulsados por el conductor, pero lo dejamos para la próxima.

Entonces, recapitulando: con esta teoría lo que pasó la semana pasada es como el supermercado chino de al lado de casa, lo que pasó hace 4 años está en un barrio cercano al que se puede llegar caminando durante la primavera y otros recuerdos quedaron allá lejos, tan lejos que para alcanzarlos es necesario chequear cuantos kms tenemos acumulados en el programa de beneficios.

Y así fue que descubrí, mirando ofertas de viajes (o siendo menos metafóricos, recordando tiempos pasados) una historia que a medida que se acercaba en mi mente, se alejaba en el calendario.

Quiero destacar el recuerdo por el ánimo lúdico que lo desborda. 4 niños dando un golpe de estado a sus vidas adultas compiten por el honor en medio de sus obligaciones laborales.

Es un mediodía. Está empezando el calor, será mediados de Septiembre. Cada viernes un ritual nos lleva a almorzar en la pizzería “Santamaría” de Chacarita la cual según nuestro estado de ánimo nos hace referirnos a la misma como “la meca” en los casos que deseamos alabar el sabor de sus pizzas y nuestra necesidad imperiosa de rendir culto o “la aceitosa” cuando la desproporcionada ingesta nos recuerda que somos mortales y cualquier alimento que flota literalmente en aceite no es tan sano. Quizás muchos de Ustedes lectores conocerán el lugar del cual les estoy hablando y o bien asentirán con la cabeza o dirán “Nosotros le decimos “la grasosa” o “la desintegradora estomacal”.

En ese panorama, se me ocurre una idea. Realizo unos bosquejos, algunos cálculos y finalmente hago partícipes, mediante un correo electrónico, a mis compañeros de almuerzo. La idea es una competencia de ingesta de pizza. Los cuatro, mediante un estudiado y consensuado sistema de puntuaciones, multas, consideraciones y períodos de tiempo, competiríamos poniendo en puntos como sistema de medida, quien comía “mas”. El sistema de puntos obedece al simple precepto que dice que no es lo mismo comer 6 porciones de muzzarella que 6 porciones de Fugazzetta rellena. No es lo mismo no tomar bebida alguna para bajar las porciones que bajarlas a golpe de traquea y saliva. No es lo mismo tampoco, comer de parado que comer sentado. Y por supuesto, no es lo mismo ingerirlas en 2 horas y media, que hacerlo en un lapso de 25 minutos.

El primer punto de discusion fueron los valores para cada tipo de las porciones que “Santamaria” ofrece al corte. Decidimos otorgar los siguientes valores:

Fugazzeta rellena, 4 puntos
Calabresa y Primavera, 3,5 Puntos
Espinaca y Jamón y Morrones, 3 Puntos
Anchoas o Muzzarella, 2 Puntos
Fugazza o Faina, 1,5 Puntos
Bonus por porcion de 0,5 Puntos

Y a continuación, punto que fue muy discutido, decidimos establecer las penalidades, las cuales fueron impuestas en una manera un poco dictatorial por quien les escribe:

1er Vaso de Bebida -1 Punto
2do Vaso de Bebida -2 Puntos
Sentarse en mesa -2 Puntos
Sentarse en Taburete -1 Punto
Ir al baño en los sigs 60 min -1 Puntos
Ir al baño en los sigs 120 min -2 Puntos

Mas allá del territorio de Santamaría, sabíamos de un kiosco sobre la Av. Corrientes, a escasos metros de la meca, que siempre tenía ofertas (del tipo 2x$1) al cual, carentes de ingenio, habíamos dado en llamar “el ofertón”. Existiendo esta posibilidad, agregamos a la regla que los participantes podrían consumir bebidas compradas en dicho recinto una vez finalizada la competencia sin recibir sanciones por ello y a la vez, agregamos una puntuación de 0,5 puntos por cada alfajor que comieramos a modo de “postre” (En esos dias la oferta era de 4x $2)

Una vez introducida la historia y que mas o menos les narré las variantes, vamos con las cuestiones reglamentarias. Cada participante debería llegar al recinto caminando y retirarse de la misma manera. En un orden no definido, cada cual haría su pedido, el cual podría ser secreto o público de acuerdo a la voluntad del participante. De todas maneras el pedido al ser servido se haría publico pero el secreto al momento de ordenar conspiraria contra la posible especulacion del siguiente participante. Esto no fue necesario ya que los 4 pedidos fueron públicos. Cada participante tenia derecho a un segundo pedido, el cual seria el definitivo. Para la ingesta de ambos el tiempo estipulado era de 25 minutos. La totalidad del pedido debía ser consumida, caso contrario, se procedería a la descalificación del participante. Es decir, que por ejemplo, de no terminar completa una porcion de muzzarella (Por ejemplo, dejar un pedazo de queso, o como se suele observar, parte del “tronquito”) el participante no pierde los 2 puntos correspondientes a esa porcion, sino que queda descalificado completamente. Esta medida se aplica a fin de evitar la especulacion. Es decir, uno tiene que ordenar exactamente lo que va a comer. Ni un poco mas, ni un poco menos. Otra regla que lleva a la descalificación es la ingesta de un 3er vaso de bebida. Un juego para hombres de verdad. No habia excusa de atorarse ni tampoco un ruego por la cantidad de cebolla. Las estrategias, acorde a la personalidad de cada uno, se fueron develando. Arrancó Francisco, a priori el candidato, quien ordenó sin duda alguna, 3 porciones de Jamon y Morrones, las cuales, de completar su ingesta, le darían 10,5 puntos. El segundo turno fue para Leo, quizás el mas fuerte competidor. Leonardo sabiendo de la posibilidad de la segunda vuelta, ordenó “La gran juancito” una combinación bautizada en honor al 3er participante quien siempre arrancaba con la misma. 2 porciones de Muzza y una de Fugazzetta. 9,5 Puntos para Leo que quedaba expectante de cara a la segunda ronda. Juan, fiel a su costumbre hizo el mismo pedido que Leo, igualandolo en el 2do puesto. Mi tactica, siendo aparte el ultimo en ordenar, se basó en esperar la caida de los rivales con un comienzo ligero, para acelerar en la segunda vuelta y esperar descalificaciones y sanciones de puntos en los contrincantes. 1 de fugazza, 1 de muzzarella y 1 faina. 6,5 puntos y a esperar. Las sanciones, quejas airosas mediante, no tardaron en aparecer. Juan, Francisco y Leonardo tomaron sendos taburetes para comer. Intentaron eliminar la sancion por tratarse de un caso mayoritario pero mi situacion de comensal de pie hizo que su protesta careciera de valor reglamentario lo que llevó a la quita de 1 punto a cada uno de ellos. 9,5 Francisco, 8,5 Leo y Juan y 6,5 para quien les escribe. Las emociones no tardaron en llegar: En un corte de su fugazzetta, mientras llevaba el pedazo de porción hacia su boca, Leonardo descubrió un pelo en la pizza. Abundaron las protestas, junto con las risas y alguna arcada. Luego de una reunion excepcional y en carácter de emergencia del jurado, dictaminamos que acorde al inciso 3 del punto 8 del reglamento, el pelo debería ser considerado parte de la porción (como podría serlo un pedazo adicional de provolone sin gratinar) y como tal, debía ser ingerido para cumplir con los requisitos, caso contrario, se consideraría descalificado al participante. Las apelaciones, en nuestro concurso democrático, fueron oídas y se decidió negociar los términos. Leonardo, previa quita de 1 punto, podría separar el pelo de la comida, pero debería ingerir el pedazo que lo contenía. Hecho esto, continuamos con la competencia y asi finalizamos la primera ronda. El estado tanto de Francisco como Leonardo era de saciedad. Juan mostraba signos de poder conseguir algun punto mas y quien les escribe si bien no llevaba la carga de sus rivales, no poseia la capacidad para mantener ese ritmo y debia continuar con su estrategia de especulación. Leonardo comenzó a amagar con una estrategia agresiva, que lo catapultaría a un éxito seguro. Pero fuimos Juan y yo quienes abrimos la segunda ronda posicionándonos en un lugar incómodo para nuestros rivales, principalmente Juan quien con una simple porción de muzzarella extra, obligó a Francisco y Leonardo a seguir comiendo para lograr el triunfo. Mi porción extra de muzzarella solamente me colocaba un poco mas expectante a la espera de alguna caida. Despues de nuestro pedido, de consumir las porciones las puntuaciones serían: 11 Juan, 9,5 Francisco, 9 yo y 7,5 Leonardo. Francisco apostó a ganador y salió con todo. Una de fugazzetta y una fainá. 6,5 puntos extras que obligaban a Leonardo Garbino a consumir 10 puntos, incluso mas que los de la primera ronda, para arrebatarle el premio. Osada decision la del paisano Francisco quien una vez tomada la misma, tuvo que competir principalmente consigo mismo. Leonardo obviamente ante este cuadro tomó la sabia decision de retirarse de la competencia y entonces todos los ojos quedaron en Francisco.
Debo admitir que en mis años de asistir a Santamaría, nunca vi una porción de fainá tan descomunal como la que le sirvieron ese dia a Fran. Y si bien la fugazzetta es la estrella del lugar y sus porciones salen constantemente, la que le sirvieron a nuestro competidor era la ultima, fría y con un notable excedente de queso muzzarella helada que desalentaba al mas hambriento y valeroso. Comenzó lentamente la epopeya de Francisco quien lamentaba no haber pedido una bebida. Bocado tras bocado la cara del crédito del campo argentino iba transformándose hacia el asco y la desolación. Las risas y el aliento de sus compañeros lo empujaban a seguir.

Quedaba solo un cuarto de ambas porciones cuando Francisco pidió ayuda. Una nueva reunión del comité decidió que mediante una quita de 2 puntos adicionales, podría acceder a una bebida. Optó por una Coca-Cola pequeña, cuyo contenido total volcó en un solo vaso. Una vez bebido y ya contra reloj, el puntaje de Francisco se acercaba a los 14 puntos, quedando solamente “El ofertón” y los 120 minutos de espera sanitaria entre el y su glorioso triunfo. Los últimos bocados fueron tortuosos, pero “El mentira” como lo llamábamos, logró finalizar ambas porciones bajo el aplauso de sus competidores y la mirada incrédula de los demás comensales que atestaban el lugar.

Francisco 14, Juan 11, Yo 9 y Leonardo 7,5 marchan en el camino de vuelta. Todos nos detenemos en el ofertón a comprar bebidas. Sabiendo de la necesidad de alcanzar al menos a uno de los candidatos, tomo la oferta de “4 alfajores x $2” y sacando dos de chocolate y dos de dulce de leche, comienzo a disfrutarlos en el camino de retorno. Leonardo también compra el ofertón pero solamente comerá 1 de los 4 alfajores.

Al llegar a la puerta de la oficina, Francisco mantenía su ventaja, Juan y yo igualabamos el segundo lugar y Leonardo, candidato en el comienzo, cerraba tristemente la tabla de posiciones de la contienda. Mientras esperábamos y vigilábamos unos a otros la cuestión sanitaria, por medio de un comentario, descubrimos un flagelo que azota a todos los atletas de alta competencia: El doping. Francisco reconoce en una ronda de correos haber consumido un alikal una hora antes de la contienda, aduciendo que en ese momento padecía dolores estomacales y prefería prevenirse de alguna lesión ante tamaña competencia.

Luego de otra reunión de emergencia del comité, decidimos aplicar una sanción de 2 puntos por la ingesta de las sales efervescentes del Alikal y 0,5 puntos por la pastilla para dolores de cabeza. Como en una película, los últimos 60 minutos de competencia nos encontraba con 11 puntos a los 3 lideres. El papel de Leonardo solamente se limitaba a criticar la competencia, a llamarla “Una estupidez digna de inmaduros como Ustedes” y a acusar al comité de “Dictatorial, discriminador y pendejo”. Fue entonces donde logramos desbaratar una trampa del hace minutos héroe de la tarde. Por cuestiones de la distribución gerencial, si bien todos compartimos la oficina, Leonardo, Juan y yo nos encontramos en un ala diferente a la de Francisco, lo que nos complicaba el control sobre su actividad.

Para ello dispusimos turnos de llamados para evitar pasar por alto una excursión furtiva al toilette del “mentira”. En uno de esos casos, faltando 30 minutos, descubrimos al mentira saliendo del cuarto de baño, lo que le valió un punto de penalización que lo relegaba al 3er puesto.

Pasaron los minutos y finalmente el primer puesto quedó empatado entre el crédito de La Plata, el pincha Juancito y quien les escribe. Francisco terminó en tercer lugar por sus reiteradas violaciones al reglamento y Leonardo, entre protestas, acabó en un triste 4to lugar (que suena mejor que “último”).

Nunca confesé que en realidad había comido 5 alfajores en lugar de 4, aunque de decirlo me hubiera llevado el triunfo. Me pareció que comer asi, hubiera sido gula.

Al final del día ninguno triunfa, no hay premio y probablemente pierden por igual salud y dinero. Pero ganan un tremendo recuerdo. Uno que ya anda por los 400 y tantos kilómetros en mi cabeza y me hace notar que por lo insalubre que me parece la pizza, por lo lejos que queda Santamaría de la oficina o por lo estúpido de nuestras costumbres, que estoy viejo.

Y eso, mis queridos lectores, es injusto.

1 comentario:

  1. Por recuerdos como ese vale la pena hacerse una escapada de fin de semana. La pizza de la Santa María me recuerda a "un dinosaurio en mi panza", pero qué rica que es.

    ResponderEliminar