martes, 18 de agosto de 2009

La espera

No cada atardecer pero si antes de la caída no de la noche, sino del sol tras el horizonte esperaba verlo no morir, pero si fallecer. A veces me sentaba no solo pero sí en ausencia de compañía no a la espera de la noticia, sino de la misiva. Pasaba no el tiempo sino las horas y días no mirando libros, sino leyéndolos y hojeando no sus secretos sino sus verdades contenidas protegidas no de los demás, sino de los otros, sin prestarles mucha atención pero con mucho interés. No otras veces, sino las que no eran esas, me dejaba simplemente no caer pero si desfallecer no sobre el pasto, sino sobre el suelo cubierto de hierba hasta que no entrada la noche, sino finalizada la tarde, la inmensidad no del cielo pero si del firmamento excedía no mi capacidad de soñar, sino de imaginar cosas. Otro cigarrillo que no se apaga, sino que deja de estar encendido y él sigue, no allí pero si en el mismo lugar. Ya creo que no pasan no las horas, sino el compendio de 60 minutos. Sigue allí, como cada atardecer. Y yo no acá, sino en este lugar, no pacientemente sino sin apuro alguno, esperando no que muera pero si que me deje no su herencia, sino sus bienes materiales poseídos no durante su vida, sino en su existencia terrenal.
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