- Buenas tardes Adalberto
- Se que está Usted algo molesta conmigo
- No quiero desilusionarme nuevamente. Sólo eso.
- Pero déjeme que le explique Gumersinda...
- No hay nada que decir Adalberto...
- Es que Usted... quizás no quiera oirlo
- Nada de lo que diga es de mi interés...
- Pero Gumersinda, si tan solo oyera mis palabras
- Sus palabras palabras son, Adalberto y que el viento se encargue de llevarlas lejos de aquí.
- Sólo un segundo le pido...
- La vida es una suma de segundos, y Usted ha malgastado ya el caudal de mi confianza
- No me deje ir cargando esta verdad
- Abandónela Adalberto, abandone esa carga, es un castigo que Usted no merece, sólo los hombres de bien deben estar orgullosos de llevar su carga...
- Si no lo hago, el sol nunca mas posará su luz en mí
- Por una vez en su vida, olvide su egoísmo y déjeme con mi sufrimiento.
- Es que la angustia oprime mis pensamientos y los vuelve oscuros.
- ¡No insista! Le ruego que no insista y no apele a sus mañas. Trucos que en mi triste pasado solo han sido pasajes a la decepción y la tristeza.
- Todo eso ha pasado, déjeme decirle solo la verdad Gumersinda, déjeme ser un nuevo hombre.
- ¿Por qué he de creerle Adalberto? Vil es el hombre y sus acciones, cuando son dominadas por la bestialidad, a la destrucción llevan.
- Por una vez créame Gumersinda, créame y me marcharé para siempre...
- Cada una de sus palabras marcan a fuego mis sentimientos, si lo dice, nunca se habrá ido para mi.
- Preste su oído Gumersinda, al dulce sonido de mi verdad, mi única verdad.
- Mas que mi oído le confiare mi corazón Adalberto... sepa que una falsa palabra podrá causar en el una herida imposible de cerrar...
- No mire al pasado Gumersinda, cierre esas puertas que solo conducen al dolor
- ¿Por qué siempre el corazón derrota al raciocinio, por que busca la felicidad aún en terrenos espinosos?
- Son fuerzas tan poderosas que queman mi interior
- Dígamelo Adalberto. ¡Dígame lo que tenga que decirme!
- Eh... ¿Sabe que Gumersinda? Entre tantas vueltas y todo eso, me olvidé que le iba a decir.
- No sería tan importante Adalberto.
- No, supongo que no. Voy hasta el almacén y vuelvo.
Hombre al fin...seguramente se fue al almacen a comprar vino patero, salame colorado y pan...mientras que la pobre Gumersinda, nuevamente embaucada, le empezaba a preparar la cena...es obvio que el Adalberto jamas llego al almacén, se quedo en la primera borracheria que encontro y no aparecio hasta las 5 de la mañana totalmente beodo...
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