Muchas veces en la vida, uno se siente chiquito, desdichado. Los problemas parecen arrinconarlo a uno contra las cuerdas, pero finalmente siempre se logra escapar. Este no es el caso de Pavel Catanescu, un individuo nacido en Rumania, hace ya cuarenta y dos años. Pavel generalmente logra esquivar el primer golpe de la vida para recibir de lleno el segundo impacto de la combinación. Pero él, cual poderoso gladiador, se sacude un poco y sigue con el combate, sabiendo que al final, luego de soportar de pie, con sus tropezones correspondientes y por que no, justificables, una amplia gama de reveses, conseguirá una digna derrota por puntos con la vida.
Ese es el motivo que nos ha traído hasta la ciudad de Bucarest. Entrevistar a este hombre al que le fueron negados varios records Guiness por considerarlos faltos de méritos. El mismo que gano la lotería nacional y descubrió que su hijo había utilizado el billete en un collage para el colegio. El mismo que al nacer fue tirado al lavarropas junto con las sabanas del hospital. Con el nos encontramos y esto fue lo que salió:
- Buenas tardes Señor Catanescu
- Quiero morir... por favor máteme...
- Je je... siempre tan animoso y chistoso... sin ánimo de ofenderlo, me gustaría preguntarle a que se debió su retraso.
- Un pequeño incidente civil. Simplemente caminaba yo cuando con mi pie izquierdo pisé y levanté una baldosa, la cual fue atropellada por el derecho.
- Un tropezón no es caída...
- No, el tropezón fue lo de menos... el problema fue que se me cayeron estos dos dedos del pie...
- ¡Oh maldición!... ¡Llamen a un doctor!
- Mas que a un doctor necesitaría un carpintero... la pierna la perdí en un accidentado partido de canasta.
- Por favor, cuéntenos cómo ocurrió
- Bueno, estábamos jugando en parejas a la canasta, recuerdo que era invierno porque tomamos mucho whisky esa noche. Las cartas me estaban sonriendo y estaba ganando unas cuantas galletas...
- ¿Galletas?
- Si, apostamos unas galletas marineras muy sabrosas que hacen en la panadería que esta al otro lado de la calle.
- Me contaba del partido de canasta.
- Oh, sí. Decía que veníamos de racha, por lo que decidí invitar a mi esposa una bebida. Me dirigí hacia la heladera cuando en el camino tropecé con un autito que mi hijo menor había dejado en la cocina. Tratando de evitar la caída, alcancé a agarrarme de la manija de la heladera, con tanta mala suerte que el peso de mi caída provocó que la misma cayera sobre mi cuerpo, más precisamente sobre mi pierna izquierda.
- ¿Pero no es la pierna derecha la de...?
- Si, de palo, dígalo tranquilo. No, la heladera sólo me causo una fractura en un dedo del pie. El problema fue al trasladarme al hospital. El taxi que me llevaba colisionó contra una patrulla del movimiento de ultraderecha.
- ¿Fue un choque muy violento?
- No, apenas rozamos los paragolpes. Pero aquellos eran grupos muy extremistas. Luego de someternos a un juicio decidieron cortarle los dos brazos y sacarle un ojo al conductor y a mi la pierna derecha.
- Entonces la sacó barata Usted...
- No crea, aquí en esa época a todo individuo al que le faltaran al menos dos extremidades y un ojo les daban una pensión mensual muy alta
- Bueno, aclarado el tema, podemos empezar con la nota
- Si, yo le decía que quería morir... ¿no tiene algo de arsénico por ahí?
- No se que tan malo sea este café.
- Deme, deme que probamos.
- De acuerdo. Quería preguntarle acerca del comienzo de esta racha nefasta... ¿lo recuerda?
- (Bebe un trago de café y contesta) No sabría decirle... creo que fue el día que me tiraron con la ropa sucia en el hospital...
- Ah... ¿Entonces Usted no tiene nada que ver con la muerte de su madre?
- ¡Oh! ¡Si! ¡Ahora que me lo recuerda si!... recién me habían sacado de su cuerpo... y recuerdo que mi padre dijo: "!Mira como patea!, será un futbolista del Steaua de seguro" y me acercó a mi madre con tanta mala suerte que impacté mi pierna derecha en una bandeja que había allí en la sala de partos. Recuerdo que el bisturí se levantó por el aire y se incrustó en su yugular. Me mandaron a un correccional de bebés, una experiencia traumática.
- ¿Recuerda esa época?
- Cómo no hacerlo. Nos despertaban a las diez de la mañana...
- ¡Qué crueldad!
- Si... nos despertaban a esa hora para darnos la leche... ni siquiera tibia, fría, recién sacada de la heladera.
- Eso fue defenestrado por la ONU...
- Si, tres horas y doce minutos después de mi libertad. Todavía me parece ver por las noches al guardiacunas paseándose entre nosotros con los chupetes que nos eran negados...
- ¿Y allí dentro seguía sufriendo percances?
- Todo el tiempo... ¿Recuerdas la propaganda de los pañales Mimitescu?
- Si, la que decía "contiene el noventa y nueve por ciento de lo que hace su bebe"
- Bueno yo...
- ¿Tú eras el ejemplo del uno porciento?
- ¡No maldición! ¡Yo nunca recibía un Mimitescu!. Me ponían los calzoncillos agujereados que encontraban en la basura
- ¿Hasta que edad estuviste allí?
- Hasta los doce años.
- Pero con el tiempo... ¿te acostumbraste?
- No, los últimos años fueron los peores. Desde los tres empecé a notar que tanto la cuna como la ropa me quedaban un poco chicas.
- Lo que me cuenta es horrible...
- Y esos fueron los años dorados... luego a los seis perdí el ojo izquierdo
- ¿Algún accidente en el reformatorio?
- No, aposté que los Beatles no llegarían a nada...
- Pero eso no es mala suerte... es que Usted tiene menos visión de futuro que Nostradamus. Aparte, ¿Cómo se le ocurre apostar un ojo?
- No, no aposté el ojo. Aposté diez figuritas del mundial Inglaterra '66. Me acuerdo que eran Hurst, Charlton, Roma...
- Bueno bueno, eso no interesa
- El tema es que yo las tenía muy prolijitas ¿sabe? Todas atadas con una gomita... y me acuerdo que el celador me decía "Pavel, no estires tanto la gomita"
- Oh, me imagino... se cortó y se la pegó en el ojo.
- No, se la pegué a un amigo en el mentón. Y el reaccionó clavándome un compás en mi globo ocular.
- Y eso que tiene junto a la nariz... ¿es una verruga?
- ¿Esto? ¡Oh no! es un microchip que me insertaron en el año ochenta y dos. Me confundieron con un espía de la CIA... estéticamente no es tan feo...
- Le da un parecido a Enrique Iglesias...
- Todos lo dicen... prosigo, estéticamente no es tan feo, el único problema es que estalla si llego a estornudar.
- Este maldito saco lleno de polvo... espere que lo sacudo un poco...
- Bueno y aparte de eso, también tengo este problemita con las manos...
- Glup... le le... le faltan un par de dedos...
- ¿Un par? yo diría tres pares... tengo tres en la mano derecha y uno en la izquierda.
- ¿Y cómo los perdió?
- Ya son varios, uno se olvida. El que no me olvido es el primero. A los catorce años. Nos escapábamos de clases para fumar.
- ¿Y en una de esas aventuras perdió el dedo?
- No, lo perdí en la imprenta de un amigo. Pero me pareció gracioso contarle que nos escapábamos para fumar.
- Pude ver también... no es que lo esté observando, pero...¿le falta una oreja?
- No, es que tengo tres... por eso da esa sensación. Resulta que mi esposa se confundió de ruta en unas vacaciones y fui a parar a un territorio de pruebas nucleares.
- ¿Y su esposa sufrió algún daño?
- No, ella... (Ríe unos instantes) lo recuerdo entre risas, ella había comido unas hamburguesas muy picantes y muy sabrosas... pero vio, no se cómo decirlo
- ¿Le dio diarrea?
- Si, ella se avergüenza cada vez que lo cuento... pero ese día ella se quedó en el hotel mientras yo recorría la zona.
- ¿Y nunca pensó en recurrir a una hechicera o un brujo?
- ¿Usted lo dice por mi mala suerte?
- No, para curarle la culebrilla...
- Ah... y eso que no me saque la camisa... ¿Se nota mucho?
- Y dígame... ¿nunca se le ocurrió investigar el por qué de todos sus sufrimientos?
- Por supuesto
- ¿Y encontró la razón?
- No me llevo mucho tiempo encontrarla, a poco de comenzar la investigación descubrí que todo se debe a...
Eso pasa por apostar en contra de los beatles.
ResponderEliminarIgual me encantó!